En algún puerto deshabitado, dejé un navío repleto de esperanzas inconclusas; y él tal vez un día zarpará hacia el recuerdo, siguiendo ese horizonte mudo que teje a veces quimeras, para esos navegantes que sueñan con olas de magia y vaivenes de regocijos.
Allí donde se ve aquel puerto vacío, dejé anclado un certero amor que jamás será mío; junto a él, una palabra a destiempo y alguna duda que ya hoy, me olvidé a qué dictamen de mi vida correspondía.
Así que aquí, navegante, sólo me vuelvo mar, para conocer esos secretos que yacen en la oscuridad de mi alma, y que de tanto detenerme a pensar en lo que no poseía, me olvidé de lo que sí era mío, y me dejé arrastrar hacia esta costa, que grita mi nombre y en acuciantes melodías, le resta un poco de poesía a la verdad, que ahora he encontrado; esa verdad... mi verdad, que sólo dice, que jamás se acabarán los soles mientras el cielo le cante a la luna, las batallas de aquellos héroes, que destejieron sus miedos y se volvieron caminos.
Es así, que a los lejos ves amiga, que dejé varado un navío con las velas en reposo, como muertos hastiados de tanto esperar más muerte; es aquí, que en este puerto sin nombre, he dejado un silencio quejoso que aún me hace recordar, que las distancias entre las palabras y los hechos es sólo viento; es, que he dejado un centinela de miedo, cuidando los tesoros de mis terrores y muy cerca de ahí, una esperanza de volar, que a veces se vuelve mi aliento, y me hace crecer alas de momentos que se pierden en los firmamentos de lo que yace en el deseo.
Y diré amigo, que dejaré muy cerca de la costa, algunas preguntas que por ahora no he de responder, y ciertas respuestas que de tanto responderme, primero se volvieron historia, después mitos y luego leyendas.
Sé que tal vez, un día volveré a partir con algún cargamento hacia algún amanecer insondable que tenga grabado un porvenir; sé amiga, que hoy me despido de mucho de lo que hube tenido, porque si no ha de ser así, no podré seguir.